Tenés que aceptar retos, superar los momentos difíciles y aguantar al pie del cañón en situaciones en las que una persona de menos valentía habría tirado la toalla. Era más fácil cuando solo había que ponerse el vestido adecuado.
Ganás valentía cada vez que abrís el intimidatorio sobre de aspecto oficial antes que la consabida felicitación de cumpleaños con un cheque en el interior. Sos todo lo valiente que se puede cuando te enfrentás al ratón de la cocina, al ruido en el pasillo, o a la reunión con tu jefe con la mayor serenidad posible, sobre todo si te considerás una persona básicamente valiente salvo cuando se trata de roedores, ruidos y figuras de la autoridad.
Protagonizá pequeños actos de arrojo y osadía; luego, cuando tengas que ponerlos en práctica, sabrás como hacerlo. La valentía no es solo una atractiva cualidad; eso es lo de menos. Es algo indispensable para desenvolverse en la vida. Cuando tengas que hacer frente a una enfermedad, en tu persona o en la de alguien cercano a vos, vas a necesitar todo el coraje, toda la resistencia y toda la determinación que puedas emplear. Si muere un ser querido, podés venirte abajo o rehacerte. La valentía es el pegamento. La adquirirás con la práctica y obserbando a quienes hacen gala de ella; la forjarás ayudando a alguien que necesita mucho coraje cuando vos solo necesitás un poco; harás acopio de ella cuando hagas lo que tenés que hacer, estés asustada o no; te asegurarás de no quedarte sin valentía cuando tengas fe en algo grande, en un proceso o en un programa razonable de tus posibilidades.
ACTO REJUVENECEDOR: En las próximas veinticuatro horas, tendrás la oportunidad de demostrar tu valentía. No la dejes escapar.
Fuente: Cada día más joven. Victoria Morán.
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